miércoles, 23 de noviembre de 2011

Enfermedad de Crohn

La enfermedad de Crohn es una enfermedad del sistema gastrointestinal que forma parte de las denominadas enfermedades inflamatorias intestinales. Esta enfermedad puede afectar cualquier parte del tubo digestivo y tiende a tener un compromiso segmentario o “salteado” . Las zonas más frecuentemente comprometidas son el intestino delgado distal (íleon), el colon y la región perianal. En esta enfermedad se produce una inflamación de toda la pared del tubo digestivo, la que se evidencia por una pared inflamada (enrojecida), con presencia de erosiones, aftas, úlceras, estenosis (estrechez) o perforaciones del intestino manifestadas por fisuras, fístulas o abscesos.
Como la causa se desconoce no existe una terapia que pueda curar esta enfermedad y por lo tanto tiende a tener un curso crónico. Sin embargo, para la mayoría de los pacientes los tratamientos farmacológicos disponibles permiten mantener completamente inactiva la enfermedad y por lo tanto los pacientes con esta enfermedad pueden en general desarrollar una vida absolutamente normal. La cirugía esta indicada frente a las complicaciones de la enfermedad de Crohn.

La dieta, parte integral del tratamiento

La buena nutrición es esencial en cualquier enfermedad crónica, y especialmente en las aquellas que cursan con pérdida de apetito, mala digestión, mala absorción de nutrientes y diarrea, situaciones que pueden favorecer o agravar el estado de desnutrición, relativamente común en muchos pacientes. En la enfermedad de Crohn es muy probable que se den carencias de determinados nutrientes, ya que es a lo largo del intestino delgado dónde se produce la absorción de todas las sustancias nutritivas que contienen los alimentos para poder ser aprovechadas por nuestro organismo.

Si la lesión afecta a la primera porción del intestino delgado; duodeno y yeyuno proximal, el riesgo de déficit de hierro y calcio es mayor; si afecta al yeyuno (porción que sigue al duodeno), se puede ver afectada la absorción de ácido fólico y otras vitaminas hidrosolubles, y si está lesionado el íleon (porción final del intestino delgado), se ha de asegurar un aporte adecuado de vitamina B12, grasas y vitaminas liposolubles (A, D, E y K).
  • El gasto energético está aumentado por la propia inflamación del tubo digestivo, por la fiebre y la medicación con corticoides, lo que se traduce en un aumento de las calorías de la dieta.
  • La pérdida de nutrientes por mala absorción o mala digestión es elevada, y en función de la localización y la extensión de la enfermedad, aumenta el riesgo de ciertas vitaminas, minerales?
  • Las complicaciones como abscesos, infecciones, fístulas?, suponen una mayor pérdida de energía y nutrientes que es imprescindible reponer para conseguir una rápida recuperación.
  • La alimentación restrictiva en cantidad o tipo de alimentos que siguen muchos pacientes por temor a sufrir un brote, la inapetencia o la intolerancia a ciertos alimentos, hace que el estado nutritivo se vea afectado.
El mantenimiento de un buen estado nutritivo en la persona que sufre enfermedad de Crohn, mejora las defensas de su organismo, la tolerancia a la medicación (en ciertos casos permite reducir la dosis de corticoides), la cicatrización de posibles úlceras y heridas quirúrgicas, posibilita que los síntomas de la enfermedad no se agraven y que la función del intestino se restablezca tras un brote agudo.

Además, llevar a cabo una alimentación adecuada, variada dentro de lo posible y gastronómicamente aceptable, no sólo es beneficioso frente a la enfermedad sino que también contribuye al bienestar físico y mental de la persona, es decir, mejora su calidad de vida.
Es esencial realizar una valoración nutricional previa al paciente afectado de enfermedad de Crohn para establecer un planteamiento dietético individualizado, ya que cada persona es diferente y por tanto no se pueden diseñar pautas que sirvan para todo las personas que padecen la enfermedad.

Cuando hay diarrea la dieta ha de ser pobre en fibra, baja en lactosa y en grasa. Es frecuente que se produzca intolerancia a la lactosa por lo que habrá que restringir o eliminar los lácteos. El yogur y los quesos suaves, dado su escaso o nulo contenido en lactosa se suelen tolerar bastante bien a medida que van remitiendo los síntomas. Mientras tanto, se ha de vigilar que se tome calcio en cantidad suficiente a través de productos especiales sin lactosa o de soja fortificada (enriquecida con calcio y vitaminas A y D) o bien añadiendo lactasa (enzima que digiere la lactosa) a la leche.

Cuando hay intolerancia transitoria ante la grasa, hay que limitar los alimentos grasos y ser cuidadoso en la preparación de los alimentos.

· Limitar la grasa de condimentación: aceite de oliva y de semillas (girasol, maíz...), mantequilla y margarina,  crema de leche, manteca, mayonesa, salsas grasas diversas.
· Preferir los lácteos descremados o bajos en grasa (leche descremada, queso fresco)
· Preferir el consumo de pescado blanco (mínimo 3-4 veces por semana) frente al de carne.
· Emplear técnicas culinarias que no añadan exceso de grasa al alimento: cocción al agua (cocido, al vapor, escalfado), plancha, horno.



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